De puerta de Indias a puerta del infierno
En 1649, Felipe IV reinaba sobre un Imperio en el que no se ponía el sol pero que empezaba a manifestar los primeros síntomas de decadencia. El monopolio del comercio con Las Indias lo ostentaba Sevilla, era una de las ciudades Europeas más importantes, no solo por el monopolio del comercio, sino también por su número de habitantes, que rondaba los 150.000, y por sus riquezas, derivadas del monopolio del comercio con las Indias .
Esa primavera fue especialmente lluviosa y las graves inundaciones de un Guadalquivir desbordado anegaron los cultivos y granjas de todo el valle. Sevilla también sufrió los efectos de la riada y según cuentan los cronistas de la época podía llegarse en barca hasta la Alameda de Hércules.
La retirada de las aguas dejó al descubierto la pérdida completa de las cosechas y los cadáveres putrefactos de miles de animales ahogados.
La falta de productos agrícolas produjo el desabastecimiento de la ciudad y un aumento de los precios de los alimentos de primera necesidad, provocando que el fantasma del hambre y la desnutrición comenzasen a acechar a sus habitantes más vulnerables.
Todos estos ingredientes prepararon el caldo de cultivo idóneo para la epidemia sin precedentes que iba a asolar la ciudad, el destino de la ciudad cambiaría completamente. La peste negra o bubónica fue un mal que asoló varias ciudades siendo especialmente grave en Sevilla.
Triana, fue el barrio donde se inició la epidemia, de allí pasó al otro lado del río.
Los hospitales de Triana y el de la Sangre (actualmente sede del Parlamento de Andalucía) no daban a basto con el número de pacientes. En los alrededores del Hospital de la Sangre se apostaban enfermos esperando cama que acababan muriendo a la intemperie. En total murieron entre 60.000 y 70.000 personas, casi la mitad de la población de la ciudad de Sevilla. Ya nada podía hacerse para el menoscabo que supuso para la ciudad. Sevilla se había quedado casi sin población , las casas vacías y derruidas, los campos vacíos sin operarios que trabajaran en ellos.
Los muertos salían en carros hacia las fosas comunes excavadas en las afueras de la ciudad en sitios como afueras de la Puerta Real, el Baratillo, el convento de San Jacinto, Macarena, Osario y el Prado de San Sebastián. La cruz colocada en el Arenal recuerda la epidemia.
La mentalidad de la ciudad pasó de confiar en sí misma a echarse en manos de la Providencia e implorar la intercesión divina. Lo que llevó a las autoridades religiosas a sacar en procesión de rogativa al Cristo de San Agustín desde su convento a la Catedral el 2 de Julio, de la que volvió al día siguiente, jornada en la que se produjo un fenómeno extraño al permanecer cubierto el sol durante varias horas con un color carmesí, parecido al de la sangre. A los pocos días de esta procesión en el Hospital de la Sangre ondeaba una bandera blanca como señal de que la epidemia había remitido, por tal motivo se mantiene hoy día la acción de gracias a este Crucificado en esa fecha, donde el ayuntamiento de Sevilla con sus maceros van a postrarse ante el Cristo de San Agustín, a darle gracias por habernos librado de un exterminio.
La peste se llevo a personajes ilustres como el imaginero Martínez Montañés, de 81 años, y al joven Juan de Zurbarán , hijo del reconocido pintor Francisco de Zurbarán.
La peste dejaba una ciudad con la mitad de su población y en un claro declive, dejando de ostentar el monopolio del comercio con Las Indias. Lo que un día fue puerto y puerta de Indias se convirtió en cuatro meses en la puerta del infierno.